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Nos vieron pequeñas cuando éramos gigantes | Juana Azurduy
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A los niños y jóvenes de Humahuaca:
Yo no tuve la oportunidad de estudiar en grandes ciudades o en escuelas privadas. En cambio, en mis primeros años, asistí a la escuelita de Iturbe, donde mis padres trabajaban como maestros. Ahí, en ese pueblo de apenas 200 habitantes, aprendí a leer, a escribir y a pensar. Luego, cuando nos mudamos a Humahuaca, estudié en la Escuela Provincial Nro. 77 «Bernardino Rivadavia» y cursé el secundario en la Escuela Normal «República de Bolivia». Y por fin, después de algunos años, me recibí de Ingeniero en la Universidad Nacional de Jujuy.
Se preguntarán por qué les cuento todo esto. Porque al igual que ustedes, yo nací en esta hermosa Quebrada de Humahuaca, y las mismas montañas que hoy los ven crecer a ustedes, me vieron crecer a mí.
Les cuento esto porque creo que las oportunidades que ustedes tienen ahora, son muchas más que las que había en mi época. Y por ello les quería pedir que no las desaprovechen. Yo nunca tuve un celular, ni conocí lo que era una computadora. Mi único acceso a la información era a través de los libros. Y hoy tengo que estar agradecido porque gracias a ellos llegué hasta donde estoy.
Pero había otra fuente de información, una incluso más poderosa que las letras: nuestra cultura.
Consideremos por ejemplo el relato sobre el toreo de Casabindo. Un cuento mío que resultó finalista en un concurso de Francia. Es algo que de pequeño jamás hubiera imaginado. Con esto les quiero decir que nuestras historias, nuestras tradiciones, lo que vemos que hacen nuestros padres tiene mucho valor. No hay que olvidar de donde venimos, cuáles son nuestros orígenes, nuestras raíces. Y quién sabe, quizás algún día tenga que felicitar a algunos de ustedes por haber escrito un maravilloso cuento, un libro fantástico, un ensayo sobre pedagogía o un manual de ingeniería.
La vida es un cuento. Y ustedes eligen cómo contarla.
Muchas gracias.
Adrián Silisque.
